En el libro “Aprender a leer”, de Bruno Bettelheim y Karen Zelan, se presenta un análisis hacia lo que ocurre con los procesos de enseñanza y aprendizaje de la lectura en los estudiantes de Estados Unidos, características que no son muy distintas a las que se encuentran en las escuelas del territorio Colombiano. En la escuela, por tradición, se ha abordado la enseñanza de la lectura desde la decodificación del sistema de escritura (relación fonema / grafema), es por ello que dicha enseñanza se centra en la adquisición de una serie de habilidades, tales como descifrar, que no dan cuenta de los intereses del estudiante, de su contexto social y cultural en el que se encuentra inmerso día a día; así la lectura se convierte en una experiencia pasiva (reconocer letras, palabras u oraciones) que carece de un significado más profundo, de un significado que está directamente relacionado con lo vive, piensa, cuestiona u asombra en su diario vivir.
Es interesante comparar esta problemática real con lo que propone los lineamientos curriculares de la lengua materna sobre el concepto de lectura: “ (…) tendríamos que entender el acto de leer como una proceso de interacción entre el sujeto portador de saberes culturales, intereses, deseos, gustos, etcétera, y un texto como soporte portador de un significado, de una perspectiva cultural, política, ideológica y estética particulares, que postula un modelo de lector, elementos inscritos en un contexto: una situación de la comunicación en la que juegan intereses, intencionalidad, el poder; en la que está presente la ideología y las valoraciones culturales de un grupo determinado” (pág. 49). En este sentido, las prácticas pedagógicas de lectura que la escuela privilegia deben dar cuenta de la importancia de la significación y no reducirse a técnicas puramente mecánicas.
Esta perspectiva está muy bien argumentada en lo anteriormente mencionado, los lineamientos, pero no existe una correspondencia con el análisis del libro “Aprender a leer”, análisis que presenta un panorama bastante desalentador que cuestiona las prácticas y los métodos que se utilizan en las escuelas para la enseñanza de la lectura, ni con el aprendizaje real en el que muchos de nosotros estuvimos, en algún tiempo, inmersos y que sigue sobreviviendo generación tras generación, prácticas pedagógicas que se centran en vacías repeticiones de palabras carentes de sentido para el niño, pues no estimulan su deseo, ni su goce de aprender. Como consecuencia, la incoherencia entre la teoría y la práctica trae resultados garrafales en el aprendizaje de leer, pues es tan solo en la práctica donde el maestro puede presentarle la lectura de dos formas muy distintas: como el camino misterioso con el que aprende a disfrutar de la literatura y a beneficiarse de ella o como el camino más aburrido en el que ningún interés lo motiva a seguir en este proceso, lo que trae efectos irremediables para toda su vida.
Finalmente, cabe aclarar que las orientaciones pedagógicas plasmadas en los lineamientos tal vez llegasen a tener una correspondencia con la práctica en las escuelas, si fuesen los maestros los primeros en reconocer que el acto de leer adquiere un valor inigualable cuando el ser, el tiempo y el espacio, no establecen un objeto en sí mismo, ni es autónomo del ambiente que lo rodea, sino que constituye un tejido verbal dotado de significación que da cuenta y presenta ante el lector, sin importar su edad, una concepción de su cultura, las explicaciones inusuales de lo que le rodea y las respuestas a esos misterios que antes no entendía.
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